jueves, 27 de octubre de 2011

La familia, motor del mundo

       La familia según la Real Academia de la lengua Española: Grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntas. Conjunto de ascendientes, descendientes, colaterales y afines de un linaje. Hijos o descendencia. Conjunto de personas que tienen alguna condición, opinión o tendencia común.

      Bajo mi punto de vista, la familia representa mucho más que lo que dibujan las palabras de la RAE. Es lógico que el diccionario no dé una definición exacta de este término, pues la familia lleva incrustado un sentido emocional que va más allá de lo que se pueda expresar con palabras. Si cada persona es un mundo, cada familia es un universo; y al igual que necesitamos un espacio donde vivir, precisamos de alguien que nos enseñe a ubicarnos. Somos algo así como animales desprotegidos que vienen a este mundo sin saber defenderse, desorientados y sin ninguna capacidad de autodefensa. Por ello, resultan imprescindibles una o varias figuras referenciales que resuelvan nuestras dudas y alimenten nuestra mente, haciéndonos sentir parte del mundo. Nuestros padres son quienes nos ayudan, educan y velan por nosotros. En varias ocasiones me he preguntado qué es lo que hace a mi padre levantarse cada mañana tan temprano para ir a trabajar y así poder pagar mi universidad, piso, o cualquier necesidad de mis hermanos y mi madre; y es complejo, porque como seres humanos que somos podría tender al egoísmo y quedarse con todo lo conseguido con su propio esfuerzo. Creo que la clave para entender el núcleo de la familia es el amor, entendiendo éste como un valor fundamental.

      Si nacemos como vínculo de amor entre nuestro padre y nuestra madre, podríamos decir que somos parte de ese triángulo de amor que se amplia y extiende por cada hijo que entra en nuestra vida. La sociedad -entendida como un conjunto de individuos- no existiría si no fuera por las familias, que dan lugar a un mismo círculo de valores y costumbres que sirven como herramienta de evolución. Y dentro de ese círculo que nos hace semejantes a todas las familias, destaca algo que nos hace distintas. Quizá sea la forma, pues no en todos los casos encontramos la misma estructura familiar; y no por ello son menos familia. El lazo de la sangre es importante, pero a menudo se confunde con lo imprescindible; cuando en realidad la familia no es otra que quien nos cuida, ama y empuja a formar parte de ella, sin importarle de dónde vienes. Por tanto, creo con firmeza que la familia es el conducto por el cual dejamos nuestra propia marca en la historia. Al nacer, recibimos una herencia que se nos entrega en forma de cuidados y educación originados por amor, y que, como herencia, debemos devolver con el mismo valor. Y la mejor forma de hacerlo es continuar con el legado en nuestro mundo: crear una nueva familia, y con ella, volver a empezar.

      Todo ser humano que nace tiene derecho a pertenecer a una familia, es un derecho natural inherente a la persona. En la mayoría de los casos, un hijo significa una alegría para sus padres y hace que el vínculo familiar se enriquezca y fortalezca. De hecho, cuando nace un niño no deseado por quien lo trae al mundo, el propio Estado debe garantizarle a través de la opción adoptiva su derecho a tener una familia y crecer en un ambiente de amor y educación.

      Las personas, los seres humanos en general somos sujetos que no funcionamos de manera independiente. Necesitamos colaboración y apoyo para autocompletarnos y, como tal, no entendemos nuestra existencia si no es relacionada con un núcleo familiar. Nos desarrollamos dentro de unos valores sociales que nos son inculcados a través de la herramienta más útil del sistema: la célula familiar. En ella aprendemos a relacionarnos y a ser sociales en muchísimos niveles de nuestra personalidad. Todo lo que nos es enseñado en nuestra infancia y adolescencia tiene su eco en nuestra manera de ser y pensar en el futuro como personas que tendrán la responsabilidad social y moral de procrear y hacer lo mismo que nuestros padres hicieron con nosotros. Sin familias, el mundo no podría tomar rumbo hacia el futuro.

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