jueves, 27 de octubre de 2011

Jóvenes neorománticos

Cada vez más me pregunto si esta generación a la que pertenezco está destinada a algo más que simplemente mirarse el ombligo y de vez en cuando actualizar las redes sociales de las que tan fan somos. Seguramente no seamos más que una generación destinada a consumir lo que otros nos han enseñado a consumir, a vestir como otros nos han enseñado a vestir y a vivir como otros nos han enseñado a vivir. Claramente somos reflejo de una generación mucho más luchadora que nosotros. Muchos de nuestros padres tuvieron que abrirse camino para, a día de hoy, dejarnos en un punto alto desde el que nosotros comenzar nuestro propio vuelo en la vida. La juventud de hoy por norma general no sabe que algún día ese planeo que tenemos desde la cumbre de nuestros padre dará paso al duro y frio suelo y sera ahí donde golpeemos y pensemos en porque no quisimos aprender a volar con esfuerzo y sudor.
Claramente hemos sido educados en valores que se aprecian tales como la amabilidad, la cordialidad o la capacidad para ser amistoso. La definición de mi juventud como neorromántica me parece una definición de lo más exacta. Vivimos al día, sin pensar en apenas mas allá de una semana o un mes, preferimos lo inmediato y si no lo tenemos de manera inmediata sufrimos una especie de decepción que no se llena hasta que nuestra atención se centra en cualquier otra cosa que encontremos.
Más de una vez he escuchado que somos una juventud de mascaras, donde misteriosamente todo el mundo abre su mundo a los demás por medio de las redes sociales, donde quien más fotos tiene o mas amigos tiene gana y sube de “escala” social, pero somos incapaces de demostrar nuestros sentimientos o simplemente darnos a conocer de manera verdadera. Nos limitamos a ocultarnos tras las falsas apariencias, nos importa más el que dirán que lo que de verdad piensan aquellos que nos rodean. Esta teoría de las mascaras no hace más que aumentar la superficialidad y la soledad de cada uno y es precisamente por esto por lo que el entretenimiento juega un papel tan fundamental.
Mantener nuestra mente ocupada nos ayuda a creer que somos algo mejor o por lo menos incapacitamos a nuestra cabeza a que piense lo contrario. Desconectamos contactándonos a cualquier otra cosa, cualquier indicio de aburrimiento nos hace activar la necesidad de buscar algo para mantenernos entretenidos. Vivimos para el entretenimiento. Somos una generación capaz de poner su vista tan solo en el fin de semana y durante los días de diario se piensa en solo buscar algo que nos haga llegar cuanto antes a esa querida meta. Una de las frases más interesantes del texto leído creo que es que los jóvenes buscan la máxima satisfacción en el mínimo tiempo posible.
Nuestra generación carece de una virtud llamada diligencia, la falta de costumbre unido a la pereza hace de nosotros personas agobiadas en el último momento, ciudadanos del estrés y de la vida rápida. No nos organizamos y eso nos lleva a perder el tiempo. En ocasiones si invertimos ese tiempo en organizarlo y luego no nos sirve de nada ya que vemos pasar las horas como si fueran piedras y nos tira mas el no hacer nada que el andar ocupados con cosas de relevancia. Solo la presión y el agobio nos hacen sacar lo más profundo de nosotros y nuestras dotes más ocultas así como la capacidad de memorizar tomos y tomos que durante semanas han estado acumulando polvo en nuestra mesa.
Para acabar podríamos decir que somos la herencia de unos padres que les gusta pensar que a sus hijos no les va a faltar lo que a ellos como adolescentes jamás pudieron tener.

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